"Mas quien afectos no dejó en herencia con triste rostro mirará las tumbas..."*
Gracias por tu ejemplo de profesionalidad, respeto y amor hacia el próximo, fueran tus amigos, tus pacientes o tus compañeros. Siempre gentil y disponible, según las enseñanzas de tu buena educación, que en estos tiempos frenéticos ya tiene sabor a antiguo, la hospitalidad por ti era un deber y un gusto imprescindible, como has demostrado en todas las ocasiones de reunión que has realizado y que hemos tenido el placer de compartir contigo.
Visionario y soñador como pocos, has creído en la importancia de reunir todos los cirujanos de pared abdominal en una gran comunidad internacional, que tú considerabas más una hermandad, así como debería ser entre hombres que comparten la misma vía y el mismo destino. Nunca te has sustraído a tus empeños, a la realización de un nuevo proyecto, a la participación a un evento científico; y todos nosotros sabíamos como, participando a tus ponencias, habríamos aprendido algo de nuevo, de interesante, de importante por nuestra práctica diaria. Tus sugestiones, nunca invasivas, nos daban indicaciones valiosas sobre cómo tratar nuestros pacientes, tanto de un punto de vista científico que humanístico - porque tu bien sabías, querido Andrea, que la profesión medica es, ante de todo, un ejercicio humanístico.
Siempre nos recordaremos de ti como de un hombre inmenso, en el cuerpo y en el corazón, y en tu terrible enfermedad, donde también has sido un ejemplo. Has luchado hasta el final para gozar de todo en la vida, quizás pensando, como Goethe, que la vida es la infancia de nuestra inmortalidad; y has bebido sin miedo en su copa hasta las últimas, más amargas, gotas.
"Mas quien afectos no dejó en herencia con triste rostro mirará las tumbas"; por eso, querido Andrea, estamos seguros que tu descansarás en paz, porque gran herencia de amor has dejado entre los que han tenido la suerte de compartir contigo algunos de los pasos de su vida.
Adiós, querido Andrea, hasta siempre.